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Mexico
Persona "x" de este singular planeta, que todavia no encuentra su lugar en el mismo. Inadapada social, bisexual, fashionista, bipolar, psicotica y loca.

lunes, 25 de julio de 2011

Memorias de una puta.

Nunca me ha gustado la Ciudad, ninguna ciudad. Mi idea del lugar perfecto para vivir es bajo la tierra, pero la Ciudad de México no permite esos placeres. Los cristales empañados del tren ligero, no me permitían ver nada, el olor de tanta gente, se entremezclaba para formar el extravagante aroma de humano. El traqueteo lento y la lluvia del exterior retrasaban mi viaje, una vez más acudía a la cita improvisada, sabía que no debería de estar en ese tren, pero la lujuria me impulsaba a acudir. Me sabía de memoria el ritual, siempre  mandaba un mensaje de texto a mi celular, con un escueto: -Nos vemos en mi casa, para platicar.-  yo solo respondía un rápido -ok- y borraba ambos mensajes, a mi marido le inventaba la excusa de siempre, un viaje improvisado a Toluca para revisar unos papeles del trabajo, él, con sus ocupaciones y preocupaciones laborales, como siempre, no decía nada. Me baje en la Noria y  camine bajo la lluvia mientras mis zapatillas se humedecian por dentro. Sentí frió y aborde el único taxi que quedaba a las afueras de la estación, por el espejo retrovisor, el taxista me miraba deliberadamente las piernas  que quedaban al descubierto por debajo de mi abrigo, estaba acostumbrada a eso, nunca he sido bonita, pero la naturaleza supo dotarme de atributos reales que no pasaban desapercibidos. Frente a su puerta, marque su numero y colgué, me abrió con una sonrisa, nos saludamos con un fugaz beso en la mejilla y entramos a hurtadillas al improvisado departamento que tenía en casa de sus padres. Él con treinta y seis años, era una desgracia hecha hombre, su aspecto desaliñado y regordete, contrastaba con mi pulcro atuendo de oficina, odiaba sus huaraches y sus bermudas color caqui, su incipiente barba y su pobre perspectiva de la vida me repugnaban.Como siempre fumamos marihuana y bebimos mientras yo fingía interés en su aburrida charla, cuando los colores se volvían nítidos a mis ojos y la música de los ochentas vibraba ritmicamente en mi piel, me perdía en sus claros ojos y comenzaba una faena de desenfreno sexual, en ese momento sentía que lo amaba, mi corazón palpitaba gustoso de alegría, el sudor de nuestros cuerpos y nuestros gemidos, se unificaban en una sinfonía de placer y traición. Así pasábamos toda la noche. Cuando apenas salia el sol, me bañaba en su minúsculo baño de dos por dos y me vestía, mientras él, desnudo, roncaba placidamente. La culpabilidad me corroía las venas, me sentía como una puta, y eso era, una puta, aunque el inconveniente fuera que nunca recibía una paga por brindar mis servicios sexuales a un inútil mantenido y desempleado, que sabía coger, pero que no tenía otra cosa, más que una licenciatura inconclusa en historia y la esperanza de que a la muerte de sus padres todos los bienes le fueran otorgados. Salia sin hacer ruido y cerraba la puerta tras de mi, esperando ansiosa el momento en que le dieran ganas de "platicar" nuevamente, para que yo acudiera a él, como la puta infiel que era.
 

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