Nunca me ha gustado la Ciudad, ninguna ciudad. Mi idea del lugar perfecto para vivir es bajo la tierra, pero la Ciudad de México no permite esos placeres. Los cristales empañados del tren ligero, no me permitían ver nada, el olor de tanta gente, se entremezclaba para formar el extravagante aroma de humano. El traqueteo lento y la lluvia del exterior retrasaban mi viaje, una vez más acudía a la cita improvisada, sabía que no debería de estar en ese tren, pero la lujuria me impulsaba a acudir. Me sabía de memoria el ritual, siempre mandaba un mensaje de texto a mi celular, con un escueto: -Nos vemos en mi casa, para platicar.- yo solo respondía un rápido -ok- y borraba ambos mensajes, a mi marido le inventaba la excusa de siempre, un viaje improvisado a Toluca para revisar unos papeles del trabajo, él, con sus ocupaciones y preocupaciones laborales, como siempre, no decía nada. Me baje en la Noria y camine bajo la lluvia mientras mis zapatillas se humedecian por dentro. Sentí frió y aborde el único taxi que quedaba a las afueras de la estación, por el espejo retrovisor, el taxista me miraba deliberadamente las piernas que quedaban al descubierto por debajo de mi abrigo, estaba acostumbrada a eso, nunca he sido bonita, pero la naturaleza supo dotarme de atributos reales que no pasaban desapercibidos. Frente a su puerta, marque su numero y colgué, me abrió con una sonrisa, nos saludamos con un fugaz beso en la mejilla y entramos a hurtadillas al improvisado departamento que tenía en casa de sus padres. Él con treinta y seis años, era una desgracia hecha hombre, su aspecto desaliñado y regordete, contrastaba con mi pulcro atuendo de oficina, odiaba sus huaraches y sus bermudas color caqui, su incipiente barba y su pobre perspectiva de la vida me repugnaban.Como siempre fumamos marihuana y bebimos mientras yo fingía interés en su aburrida charla, cuando los colores se volvían nítidos a mis ojos y la música de los ochentas vibraba ritmicamente en mi piel, me perdía en sus claros ojos y comenzaba una faena de desenfreno sexual, en ese momento sentía que lo amaba, mi corazón palpitaba gustoso de alegría, el sudor de nuestros cuerpos y nuestros gemidos, se unificaban en una sinfonía de placer y traición. Así pasábamos toda la noche. Cuando apenas salia el sol, me bañaba en su minúsculo baño de dos por dos y me vestía, mientras él, desnudo, roncaba placidamente. La culpabilidad me corroía las venas, me sentía como una puta, y eso era, una puta, aunque el inconveniente fuera que nunca recibía una paga por brindar mis servicios sexuales a un inútil mantenido y desempleado, que sabía coger, pero que no tenía otra cosa, más que una licenciatura inconclusa en historia y la esperanza de que a la muerte de sus padres todos los bienes le fueran otorgados. Salia sin hacer ruido y cerraba la puerta tras de mi, esperando ansiosa el momento en que le dieran ganas de "platicar" nuevamente, para que yo acudiera a él, como la puta infiel que era.
Datos personales

- Rachel
- Mexico
- Persona "x" de este singular planeta, que todavia no encuentra su lugar en el mismo. Inadapada social, bisexual, fashionista, bipolar, psicotica y loca.
lunes, 25 de julio de 2011
domingo, 24 de julio de 2011
Las vacilaciones de Samantha.
Tenia siete años cuando conocí a Samantha, yo cursaba el segundo año de mi educación primaria, ella era la niña más hermosa que jamás había visto. Su piel blanca, ojos claros y cabello negro, enmarcaban el conjunto de un todo precioso. Me enamore de ella desde el primer momento en que la vi, pero ella jamás se fijo en mi. Yo fui desde la primaria un cero a la izquierda, una perdedora que no valía la pena en ningún sentido y que lo siguió siendo hasta la secundaria. Recuerdo que el último día de clases, antes de que partiéramos a la preparatoria, me había decidido a expresarle lo que sentía, no podía darme el lujo de irme sin antes vomitarle encima todo ese amor que me atormentaba día a día. La mire desde la escalera del edificio de ciencias, mientras se dirigía con su sobre de documentos a la salida del plantel, por alguna causa ella siempre era de las últimas personas en irse de la escuela. Yo siempre esperaba a que se fuera, contaba hasta diez y salia detrás de ella, siguiéndola en las sombras. Baje las escalera de dos en dos, corrí a la salida y me pare en seco detrás de ella, dije por primera vez, desde que la había conocido, su nombre. Sus ojos se encontraron con los mios, cuando volteo a mirarme. Sonrió, sus carnoso labios rosados, mostraron sus blancos y derechos dientes, me quede como estúpida, su mano toco mi rostro y con un -pensé que jamás me lo dirías- me tomo de la muñeca y me llevo a uno de los solitarios salones de utileria. Sus deliciosos labios tomaron los mios por sorpresa, su cálida lengua se hundió en mi boca ansiosa, yo estaba y no estaba a la vez, el calor subió desde la punta de mis pies y abrazo todo mi ser, me entregue a la palpitación de mi entrepierna y deje que me quitara lentamente el uniforme escolar, mientras yo intentaba hacer lo mismo con el suyo. Cuando su pechos redondos y perfectos quedaron libres del brasiere rojo, no pude mas que lamer sus sonrosados pezones. Ella gimió de placer, de pronto me aparto con furia, me tiro sobre el frió y duro suelo de cemento, su rostro se encontró con el mio, mientas me besaba, sus dedos hacían círculos con mis pequeños senos, yo solo sentía su suave piel contra la mía, percibía su aroma y me retorcía de placer mientras sentía su lengua recorrer todo mi ser, desde el cuello, hasta el pubis. Me separo las piernas con rudeza, se aparto el cabello del rostro y recorrió cada centímetro de mi intimidad. Los movimientos rítmicos de su lengua y sus descontrolados dedos embistiendome, me llevaron al orgasmo. Ella no quedo conforme, se sentó a horcajadas sobre mi rostro y me obligo a lamer su húmeda y caliente feminidad, mi torpeza la exitaba, recorrí con la lengua cada centímetro de su intimidad, el delicioso sabor salado me reconforto y me abrió los ojos a un nuevo mundo. Nos quedamos en el salón mucho tiempo. De camino a su casa, no hablamos, de hecho jamás lo volvimos a hacer, no volví a verla y ahora desnuda en mi despacho a las diez de la noche, recorro con la legua el joven y terso cuerpo de mi secretaria de diecinueve años Lupita, que me recuerda que nunca le di las gracias a Samantha por enseñarme el arte de amar y disfrutar a las mujeres.
viernes, 22 de julio de 2011
Qué te tomas?
Una canción que me hace realmente feliz, de solo escuchar el ritmo, es Never Forget You, de The Noisettes. Y fue precisamente la frase del primer verso de la canción, la que me inspiro a crear este blog, no estoy muy segura sobre los temas que abordare, pero igual espero que los disfruten tanto como yo. Pero bueno, me dejare de rodeos, comenzare por presentarme, mi nombre es Rachel, tengo veintinatos menos que más, soy abogada de profesión, escritora, diseñadora, proambientalista y fashionista por vocación, pero no por eso más interesante que otras. Mi pasión, no ha sido bien enfocada o definida, sigo en busca de decidirme, pero mientras tanto, si a ustedes no les molesta, les mostrare un poco de la vida desde mi humilde perspectiva. Mis sinceros saludos.
Rachel.
Rachel.
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